En su libro Recuerdos de un medico rural, la leyenda argentina de la medicina René Favaloro, explicó cómo había que transar para conseguir el puesto correspondiente a sus excelentes calificaciones en la Facultad.
Así narró el experto en Cardialgia:
"El primero, quizás, el del más valor, fue el factor político. Pertenezco a lo que se ha dado en llamar la generación del 45´. Como estudiante participé de los movimientos universitarios que lucharon por mantener en nuestro país una línea democrática, de libertad y justicia, contra todo extremismo.
Por ello, soporté la cárcel algunos días en dos oportunidades. La mayoría de los estudiantes de esa época éramos profundamente idealistas. No podíamos entender que la dádiva, la demagogia, y el acomodo se convirtieran en un estilo de vida. Como nos dolían aquellos actos públicos donde estudiantes recibían bicicletas, motonetas y hasta automóviles como pago a su obsecuencia!. Siempre recordaré la visita de Eva Perón a nuestro hospital para inaugurar un pabellón. Se realizó, como era costumbre en aquellos tiempos, un gran acto público. Desde el segundo piso observábamos con estupor el reparto de dinero, entiéndase bien, billetes de dinero, entre la gente que se agolpa frente al palco.
Cuando se terminaban, sus alateres, desde atrás, le alcanzaban nuevos fajos que volvía a distribuir en medio de cánticos y vítores. Es posible que la mayoría no diera trascendencia a lo que estábamos observando, pero para mí era denigrante, se rebajaban tanto los de arriba como los de abajo. No era esa, ciertamente, la manera de solucionar los problemas.
A la muerte de Eva Perón, nos tocó vivir los días de luto obligatorio. En nuestras recorridas por el hospital nos encontrábamos con médicos y profesores que lo llevaban, en su inmensa mayoría, por obligación.
El temor de perder lo obtenido a través de tantos años, era la explicación que escuchábamos con dolor. A algunos los comprendíamos, a otros no.
La terminación del internado y mi graduación coincidieron con una vacante de medico interno auxiliar, a la cual accedí con carácter interno. A los pocos meses, al decidirse mi confirmación, me llamaron desde la administración. Me explicaron mostrándome una tarjeta, que de un lado debía llenar los espacios en blanco con mis datos personales y en el renglón final debía afirmar que aceptaba la doctrina del Gobierno.
Del otro lado, debía figurar el aval de algún miembro de trascendencia del partido peronista, quizás algún diputado o senador que corroborara mi declaración. Todos conocían mi manera de pensar, incluyendo el empleado que todo lo relató con voz queda y entrecortada.
Le contesté que lo pensaría, que era indudable que todo estaba muy claro en mi mente. Si yo era el destinatario del puesto, por mis clasificaciones en la Facultad, por haber sido el primero en el concursado del internado, por haber trabajado con intensidad y dedicación ¿como era posible que para llegar al mismo tuviera que firmar algo que, a mi entender, solo serviría para ampliar la lista de obsecuentes? Por ese entonces esperaba con ansiedad el llamado a concurso de ayudante diplomado de la cátedra I de Clínica Quirúrgica para proseguir la carrera docente, pero la fecha se fue prolongando y prolongando y el concurso nunca se realizó.
En adelante los nombramientos serian realizados directamente por el profesor, sin concurso previo. Y la cátedra ya estaba en manos del profesor peronista de turno. Advertía que mi futuro entraba en una nebulosa, pues para ascender y progresar debía comulgar con una serie de ideas y conceptos que estaban muy lejos de mi formación previa y de mi espíritu".
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