En su libro Lamar Odom, Memorias, el ahora ex Dallas contó la insólita situación de Mark Cuban en su contra. Un paralelismo argentino sería cómo cuando las estrellas veteranas vuelven al fútbol argentino y no rinden alla Roberto Ayala en Racing Club.
Foto Dllas Mavericks Lamar Odom NBA
Así se expresó:
"La temporada 2011-12, con menos partidos a causa del lockout, fue un desastre para mí. Mi juego fue pobrismo desde el primer salto entre dos hasta la última bocina final. No fui capaz de enlazar dos buenos partidos consecutivos. Demonios, si hasta las pasé canutas para completar un solo buen cuarto. No corrí, apenas entré en la lucha por el rebote, solo deseaba que los días y las semanas pasaran volando.
Por desgracia, aquello no seria, ni de lejos, lo peor. Cuban no tardó en pillarme tirria. Parecía su único objetivo fuese convertir Dallas en mi infierno particular. Me criticaba sin parar, me hablaba con condescendencia y cuestionaba mi virilidad delante de los demás.
Durante los partidos en casa, se encaramaba sobre su asiento habitual, junto al banquillo y me soltaba toda clase de improperios.
-Que lento, joder! Cómo puedes estar en tan baja forma gritó después de que se quedara una pelota muerta en la cancha, a principios mi desafortunado paso por los Mavs- Que manera de tirar el puto dinero.
-Que coño estás haciendo!
-Corre, me cago en la hostia
Esto es un desastre.
El propietario del equipo me estaba acosando. Me injuriaba en presencia de aficionados y jugadores. En el pecho de mi camiseta se leía la palabra Dallas. Juego para ti, gillipollas.
Intenté buscar respuestas por todos lados. ¿Acaso me odiaba por la de palizas que les endosamos con los Lakers? ¿Era por mi reality show? ¿Tan malo era yo realmente?
contraatacar. Fantaseaba con salir a su encuentro y aflojarle un sopapo cuando menos, se lo esperaba. Necesitaba sacar a relucir mi agresividad.
durante un partido en casa, probablemente mi peor partido de la temporada. El entrenador, Rick Carlisle, me sustituyó, y yo busqué asiento junto al equipo técnico, pero estaban todos ocupados, así que me fui a sentar en el único hueco que encontré, justo al lado de Cuban, al final del banquillo.
-Venga va, cabrón!- me gritó
Me quedé estupefacto. No fue un golpecito cualquiera. Me hizo daño. Era la gota que colmaba el caso. Quedó dolorosamente patente que no me respetaba como hombre. Sentí cómo la adrenalina me anegaba las entrañas. Me vi trasportado instanteamente a Linder Boulevard, donde la menor irreverencia, podía resultar fatal. Justo cuando salté y e fui por él, Vince Carter, que estaba sentado a mi lado, se interpuso y me agarró firmemente del brazo.
-LO, tranquilo- me dijo Vince serenamente-. No lo hagas. No merece la pena.
Una refriega física con Cuban hubiese significado el final de mi carrera, un episodio chungo por el que sería recordado, a pesar de haberme proclamado campeón NBA en dos ocasiones."
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