Earl Jones, el talento desperdiciado en Los Lakers y el error del fichaje de Jerry West en el Draft
- Andres Alarcia
- hace 2 horas
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En el libro Showtime, de Jeff Pearlman, narran el proceso y la poca voluntad del nuevo fichaje Laker, que fue una decepción vista a leguas para el alto rendimiento que requiere lo máximo físico y mental. También se reflejaba en su dejadez en su vida personal.

Foto Riley Jones NBA
Así lo explican:
"El dolor es tan grande que a menudo los ejecutivos se pasan el verano buscando ese gran fichaje que pueda marcar la diferencia. La pieza que falta en el puzle y que hará al equipo imbatible al año siguiente.
Por otro lado, se habían quedado a e-s-t-o de ganar el tercer anillo en cinco años y la plantilla seguía teniendo un altísimo nivel.
West tenía un ojo especial para evaluar el talento y preparaba el evento como pocos. Elegir bien se convertía en una obsesión y junto a su equipo, repasaba una y otra vez las opciones disponibles. Un par de días antes del draft, le pasaba a Josh Rosenfelld, el directo de relaciones con los medios, una lista con cuatro o cinco nombres de jugadores.
Si en la Universidad de Delaware jugaba un base de un solo brazo que promediaba 22 puntos por partido, West quería saberlo todo sobre él. Si había un pastor de ovejas en Yibuti que medía 2,45 pedía inmediatamente un informe a sus ojeadores.
"Jerry era exquisito en el trato con sus empleados-afirma Gene Tormohlen, ojeador del equipo durante muchos años-. Pero también era muy exigente y con razón. Cada detalle podía suponer la diferencia entre ganar otro anillo o quedarse en la puerta.
"Earl Jones-recordaría West, años más tarde-. El puto Earl Jones.
Exacto, el puto Earl Jones. De lejos, el mejor pívot de la segunda división universitaria, con sus 2.13 metros de altura y sus 86 kilos de peso. West solía decirle ala gente: "Si alguna vez me equivoco en el draft, al menos que sea una equivocación a lo grande" y Jones era grande, eso estaba claro.
El problema de Jones era su tímidez, sus problemas emocionales y su rendimiento académico. Lo mandaron a Spingarn High porque en su último año de instituto llegó a a acumular 63 ausencias sin justificar en un solo semestre y faltó a prácticamente todas las clases.
Sin embargo, en la cancha era una estrella, el remedio americano para cualquier problema adolescente. La mañana posterior a su debut con Spingarn frente a Chevus High, en Portland, estado de Maine, el Portland Press Herlad abrió con el siguiente titular (largo, pero revelador): UN MATE DE LOCOS DE EARL JONES EN LA PRIMERA PARTE RESUME EL PARTIDO DE LA NOCHE DEL LUNES.
Los ojeadores profesionales empezaron a acudir en masa a los partidos para ver sus exhibiciones y el veredicto fue casi unánime.: muchísimo talento.,. pero muy lejos del nivel físico o mental que exigía la NBA.
A pesar de promediar 21,7 puntos en sus cuatro años de universidad, Jones seguía siendo un enigma. Bob Ferry, el general manager de los Washington Bullets, fue a verlo jugar y se marchó entusiasmado.
"Tenemos aquí a un posible número uno del draft". El asunto era que al jugar en la División II, rara vez se podía enfrentar con pívots de su supuesto nivel, como Ewing, Olajuwon o Ralph Sampson.
También había dudas sobre su peso y sobre su actitud. Más que correr, Jones trotaba por la cancha. Se daba por hecho que al jugar ante rivales muy inferiores en la División II, su juego se había estancado.
En realidad, los Lakers no querían a Jones.
Sin embargo, Jones llevó involuntariamente el esperpento a nuevos niveles. Su llegada pretendía ser un soplo de aire fresco para una organización que aún se lamía las heridas tras la pesadilla de junio.
Jones era distinto a cualquier otro Laker... de cualquier otra época.
Tenía los dientes los amarillos, a punto de pudrirse, y a Riley le pidió a Josh Rosenfeld, el directo de medios, que lo llevara al dentista.
"En cada diente, había algo que reparar-recuerda Rosenfeld-. Creo que era la primera vez que iba".
Por divertido e involuntariamente gracioso que fuera en un banquillo, Jones era un auténtico peligro en la cancha. A punto de empezar su sexta temporada, Johnson llegó a la concentración pretemporada con un humor de perros y sin ganas de andar cuidando de ningún rookie. En Jones, detectó inmediatamente todo lo que no le gustaba ver en un compañero de equipo: justo de talento, sin ninguna voluntad de esfuerzo e incapaz de entender el juego. En consecuencia, se cebó con e´l.
Earl no estaba al nivel, eso era todo.
"No sabía lo que era el esfuerzo-recuerda West-. Un talento completamente desperdiciado y la elección del draft más decepcionante de mi vida".
Jones aguantó toda la temporada con los Lakers (raro es que un equipo corte a su elección de primera ronda), pero pasó la mayor parte del tiempo en la lista de lesionados con una sesamoiditis, una inflamación debajo del dedo gordo del pie, la excusa perfecta para ocultar la verdad.
"El chico es tan malo que no sabemos qué hacer con él". Apareció en dos partidos, falló el único tiro que intentó y lo echaron en cuanto llegó el verano. Aunque puso de los nervios a West, Riley y Johnson. "
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