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Andres Alarcia

Curioso, audaz y trotamundos: la historia del Che García

Todo empezó en la histórica Bahía Blanca. El 11 de enero de 1965 llegó al mundo Néstor, único hijo del matrimonio conformado por Hilda y Rafael.

Foto CAB


Para aquel entonces, en la misma localidad ya disfrutaban su infancia dos personajes que, con el tiempo, tendrían una importante influencia en su vida. Daniel Allende, hoy de 66 años, sería una especie de padrino deportivo del “Che”, mientras que Juan Carlos Meschini, de actuales 62, lo acompañaría en más de una aventura en su rol de comunicador.


En otro hemisferio, un muchacho nacido en el 1943 y llamado Julio Toro Díaz, todavía no tenía idea de lo fundamental que sería su irrupción en el futuro de Néstor. LA FAMILIA DEL CHE “¡Qué contento estaría Rafa si te viera hoy!”, escribió Allende al celular de García al enterarse de su designación en la Selección Argentina. “Ponete las pilas, te va a estar viendo de arriba…”, prosiguió el mensaje. Daniel conoce a los padres de Néstor desde siempre.


Cuando no estaban atendiendo las demandas del edificio en el que vivían y trabajaban como conserjes, compartían su tiempo en el club Olimpo, donde Rafael cumplía un abanico de funciones que iban desde manager hasta cantinero, mientras que Hilda daba una mano en todo lo que hiciera falta. Como consecuencia, su hijo se criaría jugueteando en cada rincón del estadio Norberto Tomás. Allende fue campeón juvenil con Argentina como jugador, tomó la Primera de Olimpo a sus 26 años, cuenta con una intachable trayectoria entre clubes y el seleccionado chileno, y desde 2012 es coordinador del Aurinegro.


Desde su casa en la capital del básquet, recuerda a la familia García como “muy buena gente y súper identificados con Olimpo. ‘El Gallego’, como le decíamos en el club, pasaba mucho tiempo en la cantina o viajando con nosotros. Siempre predispuesto, positivo y divertido”. Una eminencia del periodismo, y uno de los grandes amigos del deporte de Néstor, describe a sus progenitores con cariño: “Tiene dos padres inolvidables. Hilda, quien hoy padece Alzheimer, era portera, mujer de hogar, madraza y amorosa abuela. Su papá fue empleado ferroviario y del club, y falleció a causa de una leucemia hace unos 15 años. Rafael era morocho, de bigotes, nada que ver con Néstor, fiel reflejo de su madre”. “Aún siendo un trotamundos, Néstor siempre mantuvo un vínculo fuerte con ambos. Yo tenía muy buena relación, fui varias veces a comer a su casa. Hilda, junto a mi mamá, hacían las mejores milanesas. Con él ya fuera del país, la mamá me escuchaba contar algo en la radio y lo llamaba para preguntarle. A veces, él contestaba que todavía no había ocurrido, pero ellos le discutían porque lo había dicho Meschini”, comenta Juan Carlos con tono risueño.


Y continúa hablando sobre los hijos de su compañero de mil batallas: “Tiene dos pibes sensacionales. Tomás, radicado en Nueva York, habla de su papá con un orgullo que le pone los ojos brillantes. Y Macarena lo ama, le maneja todo, no permite que se desordene en ningún aspecto”. “Aló”, “A la orden”, expresa amablemente y con su encantador acento Toro Díaz, atendiendo el teléfono desde Isla Verde, municipio de Carolina. El legendario entrenador portorriqueño pisó por primera vez nuestro suelo en el 1980, contratado por Olimpo para -posiblemente- el más espectacular torneo de la rica historia bahiense, obtenido por la institución de Leandro N. Alem. “Los recuerdo con mucha alegría y solidaridad, en ese tiempo me hicieron uno más de la familia. Néstor ahí tendría unos 15 años y nos relacionábamos todos los días, ya que Rafa era un facilitador para mi persona en el club”, se explaya Julio sobre el círculo íntimo de quien pasaría a ser su discípulo en un futuro. DE JUGADOR A DIRECTOR TÉCNICO A la vez que adquiría valores y forjaba su carácter, Néstor se adentraba más y más en el rectángulo del que nunca querría salir. Atento a cada nuevo proyecto de inferiores, Meschini reconstruye: “Correteaba por ahí desde chico, era petiso, rubiecito, regordete, de ojos brillantes, saltones y celestes.


Y ya tenía una particularidad que aun hoy lo distingue: la curiosidad. Se metía en todo, se instalaba detrás de los entrenadores, iba y venía constantemente. Como jugador, era un base con liderazgo, aunque sin tanto gol y tal vez sin el físico adecuado para destacarse”. En concordancia con las palabras de Juan Carlos, Daniel declara: “Prácticamente vivía en el club. En cualquier categoría, si faltaba uno, él se metía. Yo lo tuve en formativas junto con Montenegro. Era buen jugador, con lectura, más inteligente que atlético”.


Pero entre risas, y dilapidando cualquier posibilidad de que Néstor pudiera haber triunfado desde dentro del parquet, Julio Toro resume: “Aún en su mejor momento como jugador, era muy malo, no tenía la más mínima oportunidad aunque Rafa fuera dueño del equipo. Era gordito, más lento que una tortuga, y con la enfermedad del hombre blanco, porque no podía saltar. Si ponían una tarjeta de crédito en el piso, había que ponerla para abajo, porque él se habría tropezado con las letras”. De a poco, Néstor fue dejando su rol de jugador a un lado para dedicarse a lo que realmente sería su trampolín al mundo. “Tradicionalmente, en Bahía los chicos mayores de las formativas entrenaban al minibasquet, y así comenzó a marcarse su vocación por la docencia”, relata Meschini.


Por su parte, Allende testifica que “tras un viaje a EE.UU., le traje sus primeros apuntes y tablitas porque, todavía sin estar dirigiendo, ya mostraba condiciones para hacerlo”. Toro Díaz también asegura que “a temprana edad, ya llevaba dentro el gusanito de querer entrenar”. SALTO AL EXTRANJERO Néstor comenzó a entrenar a las divisiones menores de los clubes Olimpo y Pacífico, pero a medida que su amor por enseñar aumentaba, también lo hacían sus responsabilidades. Culminado el secundario y en pos de aportar a la economía del hogar, empezó a trabajar en Tribunales.


Allí cumplía horario de 7.00 a 14.00, mientras que por la tarde continuaba en su rol de formador. Testigo de su pasión, Rafael le recomendó comunicarse con el coach que había conocido años atrás. “El papá lo empujó a contactarse con Julio Toro, que dirigió a Olimpo en el más impresionante torneo local, porque 9 de los 10 equipos participantes trajeron extranjeros. Néstor, de caradura, le escribió unas cartas y se fue para allá. Un día fui a visitarlo y su madre me dijo: ‘Llegaste tarde’. Cuando quise acordar, ya estaba en Puerto Rico”, revive Meschini sobre el repentino viaje que cambiaría para siempre la vida de su amigo. En 1988, Néstor hizo caso al corazón, renunció al trabajo, armó la valija y se marchó al centro del continente con 23 años. “Con Rafa mantuvimos el contacto. En el 85 volví a Bahía Blanca para hacerme cargo de Liniers, y el lazo se hizo más estrecho. Luego, fui invitado a Corrientes para dar un curso, y Néstor me acompañó para profundizar en la teoría del juego. Tenía una personalidad gobernada por la inocencia, lleno de ilusiones y sueños. Siempre me atrajo su curiosidad e inmenso deseo por aprender. Con mis colegas, yo acostumbraba a utilizar el método socrático de preguntas y respuestas, y las contestaciones de Néstor, así como sus interrogaciones, llamaron mi atención”, rememora el propio Julio Toro quien, además de su faceta de entrenador, es Veterano de la Guerra de Vietnam y Licenciado en Ciencias Sociales. Con un vital apoyo económico de Hilda y Rafael, quienes vendieron su auto para costear el pasaje, Néstor tomó el avión y atravesó los más de 6.000 kilómetros que lo separaban de Carolina.

“El equipo de Gigantes le otorgó una beca deportiva. Vino a vivir conmigo, pero en el club le cogieron cariño, le dieron algunas categorías, la comida y hasta una vivienda. A su vez, trabajaba diariamente con un gigante portorriqueño que tenía grandes aspiraciones, pero un problema de salud le impidió desarrollarse. Néstor hizo de todo para ganarse su estadía, utilizaba la beca para sus gastos y para enviar un dinero a sus padres”, expresa Toro Díaz. Y continúa argumentando que “tuvo una adaptación instantánea y muy positiva. Tiene una alegría innata y es respetuoso, difícilmente pueda caerle mal a alguien”, analiza el ex técnico boricua. Llegando al final de la primera travesía de Néstor en el extranjero, Julio Toro indica que “yo seguí mi ruta de gitano, y él se quedó en Gigantes. Tiempo después, me llamaron de Cangrejeros, y le pedí el favor de que mientras yo llegara, él se haga cargo. Por suerte accedió, incluso sacrificando algo que tenía en Argentina para ayudarme. Cuando llegué, tomé el equipo y él siguió sus planes”.

El bahiense, bautizado “Che” en sus días en la isla, aprovechó a fondo cada chance, primero terminando de manera fortuita como Head Coach de Gigantes, y luego cuidando el lugar de su maestro en Cangrejeros. Tras aquel fogueo, Néstor estaba listo para escuchar una tentadora propuesta que llegaba desde su tierra natal. ARRIBO A LA LIGA NACIONAL La experiencia en Puerto Rico fue un curso acelerado para el chico que, con 25 años, retornaría al país para dirigir en la Liga Nacional. Pero la mano que tocaba su puerta en el 1990 aparecía desde la vereda de enfrente, ya que el club Estudiantes le ofrecía tomar el primer equipo. De nuevo en Argentina, Néstor visitaría a Meschini para consultarle su parecer, y el propio periodista así lo refiere: “Habiendo jugado desde chiquito en Olimpo e incluso siendo hijo del cantinero, era algo tremendo, como una traición familiar. Una mañana vino a la radio, todavía lo veo con esa ingenuidad y respeto. Pidió permiso, y dijo: ‘Vengo a buscar un consejo, me ofrecieron dirigir a Estudiantes, ¿qué hago?’ A lo cual, le contesté: ‘¡Agarrá! Aparte, con lo cara rota que sos vos…’ Siguiendo con sus memorias, Juan Carlos afirma que “lo dudaba porque hasta querían repatriar a Montenegro desde Italia, tendría a Espil y a extranjeros de nivel, le iban a dar un equipazo. Además, Olimpo y Estudiantes eran como River y Boca, la ciudad se paralizaba en esos clásicos. Era un compromiso y una responsabilidad muy fuertes. Cuando se fue de la oficina, recuerdo haber comentado: ‘Este va a ser bravo…’". Allende, que se encontraba aquel año dirigiendo en Comodoro Rivadavia, también tiene su opinión acerca de la situación: “¿Cómo no voy a recordar ese momento? Si antes de que agarre Estudiantes, le hablé para llevarlo conmigo a Gimnasia. Él se estaba iniciando, pero le apareció esa gran chance, y lógicamente la tomó”, revela Daniel. De esa manera, Néstor García afrontaría un duro pero ilusionante desafío en la Liga, no sin antes compartir su felicidad con una de las primeras personas que confió en su potencial. “Teníamos una alegría increíble por su convocatoria. Es imposible no recordarlo porque, en su última noche aquí, se me fue la mano con las copas y terminé con un dolor de cabeza que me duró varios días”, confiesa Julio Toro como si todavía podría sentir en su cuerpo las consecuencias de esa velada. NÉSTOR Y SU DON DE GENTE A partir de allí, Néstor construyó un recorrido en el que pasó por 30 planteles en 9 países diferentes, ganando 9 de sus 15 finales disputadas. Además, consiguió hitos históricos con los seleccionados de Uruguay, Venezuela y Dominicana, y ocasionalmente encabezó a la Argentina en los Sudamericanos 2012, consagrándose campeón invicto. Profesional y personalmente, Meschini es un leal compañero de vivencias y conocedor en detalle de cada virtud de su coterráneo. “Ni bien arregló en Estudiantes, se jugó el Mundial del 90, donde Angola trajo al pivote Jean-Jacques Conceição, que nos dejó la boca abierta. Luego de un partido, pude ver cómo Néstor bajó a la cancha y lo encaró para traerlo. Además de su actitud, ahí también contemplé la afinidad que había conseguido con los portorriqueños. Su llegada a los jugadores se la vi a contados entrenadores”, declara Juan Carlos. Néstor García es dueño de un impactante don de gente, cualidad que maravilla a cualquiera que tenga el placer de tratarlo. “Se hace querer porque es muy demostrativo. Yo soy algo seco, pero cada vez que hablamos termino diciéndole que lo quiero”, dice Daniel Allende, a la vez que descubre una linda anécdota: “La mañana siguiente a una victoria con Fuenlabrada, se levantó e instantáneamente me llamó para agradecerme por toda la ayuda y enseñanzas que le brindé. Estaba tan contento que ni se debe haber dado cuenta de la hora, porque acá eran las 5 de la mañana. Yo estaba durmiendo, pero lo atendí porque cuando uno dirige, ya sea por la euforia de un gran triunfo o por algún problema, puede perder el sentido del horario”. “Si haces una panorámica de los entrenadores, verás que nuestra cara suele ser de guerra, siempre con el cuchillo entre los dientes. Pero cuando uno está con Néstor es fácil relajarse, con él son sonrisas y carcajadas”, expone Julio Toro. Siguiendo esta línea, Meschini argumenta que “es un fenómeno, muy activo, siempre con algún cuento, no te podés aburrir nunca con él. En plena pandemia, Pepe Sánchez lo convocó para trabajar en el Dow Center. ¡No sabés cómo enamoró a los pibes! Es un seductor por naturaleza, se los puso en el bolsillo. Un día aprovechó para verlos contra San Martín, y fue una de las pocas victorias de Bahía Basket en la temporada. ¡Estaban felices! Así de grande es su penetración, ya sea con consagrados o con jovencitos, su forma de ser no se modifica”. GARCÍA, EL ENTRENADOR “Es un entrenador muy intuitivo, inteligente y tremendamente capacitado para exprimir al máximo a cada jugador. Cubrí el Mundial de Toronto 94, y Néstor fue a verlo. Allí me asombró su memoria para acumular datos y características, sin necesidad de anotaciones. Además, se anticipaba a todo, y no tenía ni 30 años”, se explaya Meschini. En cuanto al comportamiento del Che en pleno partido, Juan Carlos analiza que “su rasgo distintivo es el silbido, el taconeo y la toalla en el hombro, que lo sacó de John Thompson, de las universidades norteamericanas. Tiene una pose en la que se queda en silencio, baja la cabeza, se muerde las uñas y abre grande los ojos. Cuando eso sucede, está visualizando algo que no le gusta y lo va a cambiar”. “Es un entrenador muy pragmático. Yo nunca pude llegar a un equipo y enseguida lograr cosas importantes. En cambio, Néstor en poco tiempo impone su impronta donde vaya, tiene esa rápida llegada al jugador”, manifiesta Allende. Continuando con esta descripción, Meschini enfatiza en que “es muy ganador y motivador. Toca la fibra íntima del dirigido para que no se caiga, para que se levante, para meterle en la cabeza lo que se debe hacer con las palabras justas. Y consulta muchísimo, no toma decisiones sin antes preguntar, oír y debatir”. Una particular relación que refleja la flexibilidad y astucia de Néstor en el manejo de los líderes es la que formó con Montenegro, personaje de esos que casi no quedan. Al respecto, Meschini explica: “Formaron una relación entrañable. Cuando armó el Estudiantes que llegó a la final de la LNB, no era sencillo manejarlo, pero le dio un rol para tenerlo siempre conforme. La tarde que fue drafteado, Néstor estaba con él. Yo lo saqué a Hernán en vivo, y de fondo se escuchó un grito del Che en el preciso momento que Philadelphia lo seleccionó”, cuenta Juan Carlos retratando cómo ese fuerte vínculo con el Loco traspasó todo tipo de fronteras. SUEÑO HECHO REALIDAD: LA SELECCIÓN A sus 56 años, la confirmación como Head Coach de la Argentina supone el más significativo y ansiado reto en la carrera de Néstor. El debut en la primera ventana clasificatoria al Mundial de 2023 será el momento en el que finalmente cumplirá un sueño que persiguió durante toda su carrera. Para su sensei Julio Toro, su designación no fue una sorpresa: “Tomé la noticia con mucha naturalidad, es un movimiento lógico. Si alguien está preparado para esa plaza, ese es Néstor. Tiene un kilometraje maravilloso y muy difícil de conseguir. En términos de garra y entrega, ha defendido y hecho relucir el básquet latinoamericano en cada lugar”. Allende piensa que “ojalá pueda plasmar todos sus dotes en la Selección, tiene las condiciones y personalidad necesaria.


Es un momento de recambio, pero Néstor tiene facilidad para acomodar fichas”. Por su parte, Meschini pronuncia: “Tendrá la misión de formar un equipo en la era post Scola. No será sencillo porque, además de todo lo que daba en la cancha, para los entrenadores siempre fue una rueda de auxilio por su liderazgo y conocimiento, pero Néstor es muy inteligente, sé que la va a ir bien”. En una mirada todavía más global, Allende reflexiona sobre que “Argentina tiene la suerte de contar con varios entrenadores en condiciones de tomar el mando, además de siempre formar cuerpos técnicos espectaculares”.


El mismo Daniel concluye: “Estoy muy contento por todos sus logros. Lo conozco desde que era un nene, igual que al Oveja. Lo siento como un hijo, siempre que hablamos me dice que vendrá a comer a casa con mi esposa Cristina, que es una segunda madre para él”. Juan Carlos Meschini también medita sobre su relación con Néstor, considerando: “Cuando dirigía en el país e íbamos a transmitir, teníamos asado en su casa. Y no pasaba por lo profesional, sino por lo afectivo. Me pone muy feliz su nombramiento, sobre todo que tome la herencia de Sergio, otro técnico al cual adoro”. Y mientras disfruta su retiro en Puerto Rico, Toro Díaz subraya que “lo nuestro trascendió hacia una profunda amistad. Comenzó como una relación de maestro y estudiante, pero de manera bilateral, yo era maestro de Néstor y él era maestro mío. Hoy somos familia, soy su papá deportivo y me siento muy orgulloso de decirlo”. A poco más de 40 años de su primera expedición por Argentina, Julio Toro Díaz asegura que “vi ese potencial en Néstor desde que estuve en Bahía Blanca en el 80, por su pasión, sus preguntas y su alegría. Tenía un amor brutal por la disciplina, respiraba y saboreaba básquet. Quizás hubiese querido ser jugador, pero los dioses no lo complacieron. Él nació para ser entrenador”.


Para finalizar, Meschini remata: “Siempre estuvo en el lugar adecuado, tocando el timbre justo, siendo muy intuitivo. Fue un adelantado a su tiempo, y se acodó con tipos muy sabios. Esto, sin dudas, es la frutilla del postre de su carrera”. Pues si esto es el postre, la carrera de Néstor ha sido un largo y extraordinario banquete repleto de invitados. Con un fuego interno que enciende a quien se le acerque, aquel curioso niño comenzó desde muy temprano a preparar su especialidad: una manera de enseñar y de vivir el básquet con los condimentos necesarios para satisfacer hasta el más exigente paladar.


Por favor, que nadie se levante de la mesa, porque la noche es joven, el chef García se encuentra en su mejor momento, y quedan todavía deliciosos platos por compartir... Bon appetit, Che.


Fuente: Federación Argentina Basquet

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